jueves, 29 de diciembre de 2011

¿Cómo se puede ser cristiano sin llegar a ser cristiano?

Pienso que el cristianismo puede ser estudiado desde dos posiciones diferentes, la apologética y la critica objetiva.
Ser podría añadir una tercera, que sería la critica hostil, pero esa no me interesa.
Desde la apologética, la observación tiene una carga de subjetividad que determina el resultado de la observación, el observador se predispone para la confirmación en aquello en lo que cree.
La otra opción es el análisis histórico-critico, y a partir de él extraer información objetiva sobre la que poder distinguir qué elementos se corresponden con los hechos tal cual sucedieron, y que otros elementos fueron creaciones literarias o teológicas.

La apologética es sobre todo discurso propagandístico y justificador,  su principal misión es la defensa de la Fe.
O lo que es lo mismo, la defensa de una doctrina en relación a otra sobre la que hay discrepancia.
La verdad objetiva, desde la argumentación apologetica, no importa,  lo se busca convencer.
Las palabras y las ideas, son las que establecen la realidad en la medida en que estas palabras sean consideradas aceptables por el oyente, en la medida en que el oyente es convencido, se va creando en él, una convicción que determinará lo que es cierto y lo que es falso, por eso dice el texto bíblico, que la Fe viene por el oír.
La apologética,  es la defensa de una idea que se quiere afirmar, para contrarrestar las ideas que puedan poner en el peligro la consolidación de la idea que se quiere establecer como cierta.
Es una forma de argumentación relacionada con un conflicto de poder, pues quien convenza establecerá cual es la verdad.
Y la verdad,  se podría definir como  visión subjetiva de un objeto observado desde una determinada posición, que ofrece una perspectiva circunstancial.  Lo que solemos denominar como “verdad absoluta”, no sería otra cosa que un hecho objetivo.
De modo que para saber qué cosa es la verdad, tenemos que saber determinar cuál es el hecho objetivo sobre el que se desea hacer un juicio.

Por ejemplo:
Imaginemos alguien,  de pronto,  gritara.
El hecho objetivo es que alguien ha gritado. La verdad absoluta es que una persona ha gritado.
Las causas de ese grito pueden ser diversas,  las desconocemos, la única información de la  que disponemos es la constancia del grito.
Si queremos  conocer la causa por  la que esa persona ha gritado, tendremos que especular, basándonos en la información complementaria que tengamos acerca de esa persona y de sus características, estableceremos la posible causa, la que nos parezca más lógica y convincente.
El resultado de esa especulación será la causa del grito y se establecerá como verdad.
La defensa de esa verdad producto de la especulación, será una argumentación apologetica.
Pero si nos vamos a la verdad absoluta; o lo que es lo mismo, al hecho objetivo, nos encontramos con  la emisión de un grito. Esta constatación es lo que la historiografía crítica nos aporta, poniendo en evidencia o en cuestión permanente a la verdad especulativa establecida.

¿Y cómo aplico esto en relación con el cristianismo?
Porque el cristianismo ha establecido una doctrina, según la cual, Cristo a muerto para redimir a la humanidad.
Pero esta verdad es una verdad especulativa, ligada a un hecho objetivo, la existencia de un rabino judío del que históricamente se sabe poco.
El problema con el que me encuentro, es que la doctrina exige que esta creación teológica sea creída como un hecho histórico, dándole carácter de hecho objetivo.
La muerte redentora de Cristo, es el resultado de una interpretación, al menos esa es la unica conclusión posible si nos atenemos a realidad histórica, una interpretación cuya finalidad es crear un sistema doctrinal que transmita una enseñanza espiritual, que dota de carácter definido al cristianismo, y en la actualidad es difícil observar el cristianismo desde otra perspectiva.
Sin embargo, sí que es posible considerar otros cristianismos, que serán también verdades especulativas relacionadas con el mismo hecho objetivo, la existencia de un rabino judio,  del que nos han llegado ecos de sus enseñanzas espirituales.
Posiblemente con estas consideraciones me quedo al margen de cualquier iglesia cristiana contemporánea, pues todas se fundamentan en la muerte redentora de Cristo.
De ahí el titulo de esta entrada al Blog. ¿Cómo se puede ser cristiano sin llegar a ser cristiano?
Porque ser cristiano en la actualidad, en cualquier iglesia del mundo, significa ser fiel a la doctrina de la muerte redentora en la cruz. Y yo en estos momentos siento más interés en la enseñanza  espiritual de Cristo, que por la doctrina tradicional, que centra en la muerte y resurrección de Cristo, el mensaje salvífico.
 Por eso, aunque la doctrina construida a través de la muerte y resurrección de Cristo como mecanismo de redención, resulta útil para quien la observe de ese modo, y es la doctrina que define el mensaje central del cristianismo, yo prefiero otra visión de Cristo y de su enseñanza.
Lo cual me deja fuera del cristianismo tradicional, de manera que sin ser cristiano; no tradicional, lo sería en cuanto que contemplo la enseñanza espiritual de Cristo desde una perspectiva diferente, más cercana a la del  “Buen Pastor”,   que a la del Cristo como cordero sacrificado.
Ambas formas son verdades especulativas, aunque una de ellas es la que define al cristianismo y le confiere sentido y carácter.

De modo que con este razonamiento,  me quedo fuera de cualquier denominación cristiana,  digamos que doctrinalmente  no soy cristiano, me he salido del cristianismo tradicional, y me siento; he de decirlo, muy liberado, encontrando un camino más comprensible hacia Dios a través de Cristo.
Un cristianismo oficioso, que no necesita de la complicada construcción de una estructura teológica, que convierta en deidad a un ser humano, para que todo el conjunto de la doctrina tenga sentido.

Vicente Rocamora






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jueves, 22 de diciembre de 2011

En chanclas buscando la Navidad

Me deslumbraba el resplandor de tantas bombillas de colores de adornos y publicidad, los grandes escaparates invitaban a pasar, posiblemente allí podría encontrar la Navidad, al preguntar me indicaron que no, que la Navidad estaba fuera junto a un gran árbol en el centro de la plaza del Ayuntamiento.

En efecto allí estaba un enorme árbol con miles de luces, guirnaldas, angelitos colgados, regalitos envueltos en papel de colores con cintas doradas, y debajo un cuadrado de imitación al césped y figurillas de barro, que los niños trataban de coger sin conseguirlo porque estaban protegidos, incluso un señor con uniforme se encargaba de que nadie se arrimara demasiado, me pregunté- ¿será ésto la Navidad?.

Por los altavoces anunciaban ofertas de turrones y mazapanes, juguetes y los últimos inventos para vestir a las Nanc” además de sus tocadores y caravanas, después de confundirme con la gente que se cruzaba cargada de cajas de colores, y algún indigente que otro pidiendo para comer, un grupo de adolescentes cantaba, más bien chillaba –“esta noche es nochebuena y no es noche de dormir”—Al fin descubrí que dentro de un gran almacén un cartel  indicaba con una gran flecha inclinada, muy iluminada, un letrero que decía: baje  y disfrute de la Navidad; bajé deprisa y cuando me decidí a entrar al salón, apenas podía pasar, todos bailaban dando saltos y llevando en la mano bebida, gritaban al compás de la música, me pregunté -¿será esto la Navidad?

Cuando salí decidí irme caminando dejando detrás de mi tanta luz y tanto bullicio.
En la acera de una calle estrecha apenas iluminada casi piso un pequeño bulto, me retiré algo sorprendido, un bebé estaba lloriqueando junto a unos cartones; sentada en un escalón de un cierre y recostada, una mujer muy pálida, cubierta con andrajos que bebía de una botella algo oscura, cuando me agaché para ver al bebé, sus ojos se clavaron en mi y apenas escuché una voz suplicándome, -No le pise, arrope más al bebé, esta noche hace mucho frío, no se vaya a morir en Navidad.  Una niña de unos 9 o 10 años que venía corriendo se paró y dijo, mamá, ya podemos cenar esta noche buena, me han echado en el bote tres euros, me dijeron que era el aguinaldo. Me resistía a marcharme, pero mi interior me aconsejaba seguir buscando.  Un villancico sonaba a lo lejos, me volví a preguntar ¿Será esto la Navidad?.


EKO

Noviembre 2010
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viernes, 14 de octubre de 2011

Timidez

Una amiga mia escribió un artículo en una revista masónica y hablaba de los inicios de la liberación de la mujer y del ridículo. La idea es que la ridiculización es la primera barrera que el sistema instala en sus primeras líneas de defensa contra las ideas innovadoras.
Si la ridiculización no era lo suficientemente disuasoria, entonces el innovador es combatido con medios más agresivos.
El artículo está muy bien, y si alguien tiene interés en él que me lo solicite y se lo haré llegar.
Por eso quizás las personas introvertidas tenemos poco exito en la sociedad; en los negocios, en el romance... 
-El mundo es de los decididos- me dijo en una ocasión uno de los maestros que tuve en mi periodo escolar. Y, ciertamente, el mundo está en manos de la gente que menos vergüenza tiene; de hecho, yo a esa sentencia de aquel maestro le añadiría que además, está en manos de cínicos enriquecidos y de moralidad dudosa.
Siendo así las cosas, hablar de la virtud, de la bondad en las relaciones humanas, suena tan ingenuo que mencionar la palabra amor en público y sin que esté relacionada con el sexo, suena tan ridículo que ante tanto malo real y tanto malo fingido, que lo es por adaptación social, pues el sano espíritu de rebeldía juvenil ha pasado la barrera de la adolescencia y ahora lo podemos encontrar en cuarentones, provoca el silencio consentidor. 
Y es que en un mundo en el que el cinismo es la característica principal, se hace difícil encontrar un hueco por donde filtrar la lluz, entre tanta corteza de decepción colectiva. De modo que, qué otra cosa es esperable, salvo la sensación de ridiculez.
Una idea tímida no puede prosperar y las ideas más extrovertidas, suelen siempre estar en relación con la ideología mayoritaria del grupo humano que formamos y construimos entre todos. Una idea tímida lo es por miedo, miedo al ridículo, que es al fin y al cabo, miedo a lo no aceptación; porque la no aceptación es soledad, el terrible ostracismo y la incomprensión duelen profundamente. Por eso las ideas nuevas se susurran, se deslizan pegadas a las paredes, viven en los rellanos del sistema y su sonido es percibido apenas audible, como pidiendo permiso para existir, hasta que llega un momento en el que la idea mayoritaria hace crisis, y entonces llega la oportunidad para la idea agazapada, envalentonada por el desconcierto de la idea líder. Aun así, la idea tímida que se susurra en los rincones no está libre del proceso defensivo del sistema basado en la idea oficial.

La ridiculización y la agresión

La idea tímida ha de dejar de serlo, perder el miedo al ridículo y manifestarse con la dignidad que merece toda idea. Dejar de ser idea y convertirse en propuesta extravagante pero extrovertida. Todas las ideas que se transformaron en fuerza revolucionaria, pasaron por ese proceso de ridiculización, extroversión, extravagancia y revolución. 
Lo peligroso de una idea es precisamente que su fuerza sea tan arrebatadora que elimine a todas las demás, porque las ideas extrovertidas son expansionistas y los seres humanos ansiamos el poder, siendo las ideas el instrumento perfecto de dominación.
Todo lo que consideramos verdad indiscutible fue en su momento una idea tímida que aprendió a salir sin miedo al exterior, abandonando los rellanos para ubicarse en las plazas públicas y manifestarse sin miedo a las opiniones de terceros.
Sabemos, desafortunadamente, que las ideas se expresan y desarrollan con el dolor de quienes las manifiestan. Porque en el mundo real existe el castigo real, la represión; en el mundo fácil de la teorización hablar de la pérdida del miedo es sencillo, pero en el mundo real, la exteriorización de la idea es la exposición de quien la defiende, y sabemos que, como dice la sabiduría popular, quien pone la cara se arriesga a que se la partan. Por eso las ideas instaladas perduran tanto en el tiempo, no porque la perdurabilidad sea una demostración de la verdad que hay en ellas, sino porque el esfuerzo de extroversión de una idea conlleva el dolor de manifestarla.

Vicente Rocamora




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jueves, 29 de septiembre de 2011

Estar centrado y no seguir siendo el centro

CENTRAMIENTO
Fea palabra para expresar un bello pensamiento, guía de una profunda experiencia.
¿Hay algo más bello que el árbol solitario en la extensión del
campo?
Parece solo y abandonado y casi condenado a la extinción próxima, como les pasó a los demás. Porque antes nunca estuvo solo.
Ahora resiste. Y su resistencia le viste de una belleza que admiramos.
Su resistencia no es lucha desesperada por permanecer, agarrado a las últimas posibilidades.
Su resistencia es gallarda y señora: se alimenta a través de la tierra que aspira por sus raíces; a través del aire que respira por todas sus hojas; a través del agua que le inunda en el rocío de cada mañana y en la inundación de cada lluvia; a través de la energía renovada en la continua fotosíntesis, abierto, como está, a todos los influjos siderales, al influjo, nunca rechazado de todos los planetas y satélites amigos.
Centro nunca eludido, nunca estorbado; centro acogedor de todos los elementos, este árbol se sabe fruto cierto de todos los gérmenes del universo.

Y DESCENTRAMIENTO.
El árbol no se cree, ni se sabe ser centro del Universo, ni siquiera del pequeño espacio de campo, que habita, en el que destaca su presencia, aparentemente solo.
A él vienen los pajarillos, recorriendo cielo, para confundirse con sus hojas, mecerse en sus ramas, pavonearse en su sombra y, desde él, lanzar sus trinos al viento volador de los cielos.
A él vienen, pequeños y grandes pasajeros del campo, el conejo, el perro, la vaca. Sabedores del frescor de su sombra bajo el poderoso sol y alargan su siesta o rumian su pasto, mientras ojean posibles agresiones en el horizonte.
A su sombra descansa agradecido el segador bien pagado, el caminante gratuito, su mismo dueño que le cuidó y regó, cuando era tierno y necesitaba cuidados, como un niño caprichoso e indefenso.
Él atraerá la furia del rayo en tardes de tormenta y evitará destrozos e incendios de cosechas, partido en dos, calcinado y muerto sin posible defensa.
Y seguirá siendo referencia por años y tiempos nuevos: “allá, en el chopo caído” –contarán los paisanos- “¡cuántas veces jugamos a guardias y ladrones!”.
Él, que en sus años jóvenes soltó sus semillas y las sembró en las alas del viento y volaron lejos, donde crecieron plantíos inesperados y frescos.
Como un ser desplegó su vida, su fuerza y su belleza. Se hizo árbol sencillamente, como tenía que ser, en comunión de campo con todos los seres, como él obedientes felices al sentido de su presencia.

CONCLUSIÓN: 
“Somos, como esos viejos árboles,
batidos por el viento que azota desde el mar…
…vamos a echar nuevas raíces
en campos y veredas, para poder andar
tiempos, que traigan en su entraña
esa gran utopía que es la fraternidad”.

Jesús Martinez
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lunes, 26 de septiembre de 2011

SER ALBERGUE PARA EL PEREGRINO

Rainer Sörgel / Madrid, septiembre de 2011
(R. Sörgel es profesor de Teología en el Seminario Evangélico Unido de Teología. El Escorial, Madrid.)


1. Ser albergue para el peregrino: una propuesta de misión urbana

Quiero plantearme dos preguntas que me parecen esenciales: en primer lugar la pregunta por el hombre y la mujer de hoy, nuestros contemporáneos. Para ello, creo que la problemática que sufre el ser humano en la actualidad no debe ser reducida a la dimensión social exclusivamente, (1) algo que en algunas comunidades eclesiales se puede observar. Hay también otros aspectos – espirituales, de sentido (2), pastorales, sicológicos, etc. - que afectan su situación vital y que son de interés último (P. Tillich). En esta reflexión me gustaría, consciente de simplificar así considerablemente la realidad, usar la imagen del peregrino para referirme a la situación de la actual persona religiosa en Europa.
Una vez que aceptamos está metáfora, lógicamente nos vemos conducidos a una segunda pregunta: ¿qué /quién puede ser Dios y la Iglesia para el peregrino? En la búsqueda por una correlación para la metáfora del peregrino me ocurrió la imagen del albergue. Efectivamente, no se puede agotar la eclesiología en la metáfora del albergue, la Iglesia es mucho más. De lo que se trata es explotar el potencial misionero que contienen estas dos metáforas, tanto para la teología como para nuestro ser Iglesia, para inspirar a partir de ella nuestro proyecto de misión urbana.

De manera que, me gustaría proceder de la siguiente forma: comenzaré con una breve justificación teológica del uso y de la correspondencia de las dos metáforas que os propongo, remitiéndome para ello al método de correlación de Paul Tillich. A continuación presentaremos la figura del peregrino y la imagen del albergue, explotando su potencial teológico y metafórico para nuestro tema. Terminaré con una conclusión y unas pistas para el trabajo en los grupos.

2. Remitiéndonos a Paul Tillich: o, una justificación teológica

Paul Tillich desarrolla su método de correlación en el marco de una teología de revelación, intentando así evitar los extremos del supranaturalismo, humanismo y dualismo. Define su método con estas palabras:
"El método de correlación explica los contenidos de la fe cristiana mediante preguntas existenciales y respuestas teológicas en mutua dependencia." (3)

Con lo cual, Tillich postula la necesidad de una interdependencia entre la pregunta humana y la respuesta divina, entre la situación que vive el ser humano y el mensaje del evangelio, entre ser humano y Dios. Esta correlación debe existir a nivel simbólico, terminológico y emocional. Es decir, en estos tres niveles debe haber una correlación entre pregunta humana y respuesta divina. Este círculo del preguntar y recibir respuesta es una experiencia humana radicalmente existencial. En otras palabras, sólo se da si el ser humana de verdad se plantea las preguntas pertinentes a su existencia y si admite la correspondiente respuesta.
Al referirse a la dimensión humana, es decir, al lado de la pregunta, Tillich matiza y dice que la existencia del ser humano no sólo tiene o plantea preguntas, sino el ser humano mismo es la pregunta. (4) Plantear esta pregunta requiere la filosofía, es decir, las ciencias auxiliares como son: sociología, ciencias culturales, las humanidades, etc. y el arte. Todos ellos deben y pueden ser relacionadas con la simbología, la terminología y las emociones de la tradición/experiencia cristiana. Para el planteamiento de esta conferencia nos limitaremos a la figura del peregrino, en la que confluyen los resultados de diversas investigaciones dando lugar a una presentación metafórica.


     Según Tillich, la revelación divina no tiene sentido si no se refiere y si no responde a la pregunta que es el ser humano mismo. (5) Quiere decir que el mensaje cristiano es la respuesta a las preguntas desde las fuentes, mediante sus medios y bajo la norma (canon, credos). Tillich se adelanta a la critica que podría reprocharle una acomodación y una dependencia del mensaje divino de la pregunta humana, diferenciando entre el contenido y lo formal. Según el contenido, el mensaje del evangelio es revelación, precede a la pregunta humana y es independiente de la misma. Pero en clave de lo formal depende de las estructuras de la pregunta. Es decir, con respecto al contenido y conceptualmente la respuesta divina precede la pregunta humana y tiene siempre la iniciativa, pero con respecto al método (y este es el ámbito en el que como seres humanos nos podemos mover exclusivamente) hemos de empezar con la pregunta por el ser humano.
Entonces, si para nuestra reflexión sobre las posibilidades de la misión urbana llegamos a describir a la persona a modo de un peregrino, no es una violación de la razón ni de la teología si buscamos las posibilidades de respuesta (de parte de Dios y de su Iglesia) alrededor de la metáfora del albergue; aunque ésta no sea la única respuesta posible.




3. El peregrino: búsqueda, movilidad y autonomía

La figura del peregrino pertenece al pensamiento y a la investigación de la socióloga de la religión Danièle Hervieu-Léger. (6) Partiendo del actual debate sobre la secularización, pluralización, individualización y el distanciamiento de la Iglesia tradicional, la investigadora francesa observa una tendencia que evoluciona partiendo del modelo antiguo de la persona religiosa como practicante hacia un nuevo paradigma que ella identifica en clave de peregrino. Es decir, frente a las voces que anunciaban hace algunos años todavía la desaparición de la religión, se ha de constatar una vuelta de lo religioso, pero bajo un paradigma cambiante. Este cambio implica una pérdida y una desaparición de las características tradicionales del creyente. A su vez da lugar a un modelo emergente cuya forma definitiva todavía está por concretarse.

Herviue-Léger describe el modelo del peregrino según los siguientes aspectos:

     En primer lugar, frente a la integración local y pertenencia a un determinado lugar (denominación, lugar de culto) que vivía el practicante, el peregrino esta caracterizado principalmente por la movilidad. No se siente sujetado a un solo lugar. Su práctica de espiritualidad le hace buscar en diversos lugares. No se asienta tan fácilmente en una determinada comunidad, en una tradición y en una iglesia. Es, pues, como en el caso de un peregrino para el que el camino de la búsqueda prima ante el estancamiento local, porque es el movimiento mismo lo que le hace avanzar.
    
     En segundo lugar, si el practicante mantenía una praxis religiosa estable y continua, el peregrino no se siente de entrada comprometido con una determinada praxis. Tendrá una praxis predominante o preferente que a modo de una herencia biográfica sostiene, pero su búsqueda y recorrido le conduce por numerosas nuevas experiencias religiosas a las que se abre, con las que experimenta y de las que va incorporando lo que le parece útil para su desarrollo espiritual personal. Son como los diferentes paisajes que atraviesa un peregrino en su camino y que le hacen adoptar actitudes y prácticas determinadas.

     En tercer lugar, la persona practicante vivía su fe más o menos fiel a una determinada tradición confesional o religiosa que había creado un sistema de repeticiones fijas (año litúrgico, cultos, etc.). El peregrino ya no repite solamente lo que ha aprendido. Ante liturgias obsoletas e insignificantes para su experiencia vital busca rituales, símbolos, mensajes nuevos, experiencias extraordinarias. Tiene la disposición de probar algo nuevo, de romper tradiciones, de invadir nuevos terrenos y buscar espiritualidades que le ayudan avanzar.

     En cuarto lugar, frente al imperativo, el compromiso, la lealtad y el deber del practicante, el peregrino no está dispuesto dejarse someter, no responde a las llamadas que usan el imperativo ni busca enclaustrarse en sistemas, tradiciones y comunidades. Su praxis religiosa es libre y voluntaria. Lo que no parte de este impulso libre le parecerá ambivalente, violador e hipócrita. Para el peregrino prima el camino ante la meta, el momento y la experiencia ante resultados y proyectos. Se siente sujeto de su camino espiritual y no quiere ser objeto de un imperativo enajenador.

     En quinto lugar, la praxis religiosa del practicante recibía su norma por parte de la institución a la que pertenecía. El peregrino, que puede pertenecer (durante un tiempo) a una determinada institución, tiene una praxis religiosa autónoma. Las instituciones han perdido su fuerza determinadora frente a su deseo de crear él mismo la praxis de su espiritualidad. Él mismo se siente autor competente para crear y determinar su praxis religiosa. Las instituciones ya sólo son el marco y los proveedores que le proporcionan la materia prima para la obra creativa de su espiritualidad emancipada.

Finalmente, el practicante solía vivir su fe dentro de una comunidad/colectivo. En cambio, el paradigma del peregrino está marcado por una praxis individual. Aunque también busca con más o menos frecuencia el encuentro, el intercambio y una comunidad con la que puede compartir sus experiencias, sin embargo, por lo general prefiere un recorrido más individual. La dimensión colectiva le sirve más bien para inspirar y orientar su propio camino, que para él es lo importante. Es pues un peregrino que, para avanzar, necesita limitar sus compromisos comunitarios a plazos determinados que él (o ella) elije libremente.

El peregrino es pues una figura que habla de búsqueda, movilidad y autonomía.

4. El albergue: un espacio abierto

Naturalmente, después de haber oído la descripción del peregrino, cualquier pastor o responsable de iglesia pensará que son precisamente este tipo de miembros, visitas o personas las que no quieren tener en su iglesia. Por ello cabe decir que estamos ante una encrucijada, o bien queremos tomar nota y responder al paradigma cambiante o nos quedamos lo que somos con la consecuencia de que los peregrinos caminarán por delante de nuestras comunidades considerándonos como lugares inapropiados para su búsqueda y peregrinaje.
De ahí que, por lo menos valdría la pena reflexionar sobre la posibilidad – y esta sería mi propuesta – de que la Iglesia de Cristo en general, nuestras comunidades en particular, podrían ser algo como albergues para los peregrinos. Pero el ser albergue implicaría por lo menos un triple cambio en nuestra actitud y vida comunitaria. (7)

     4.1. La iglesia-albergue debe entenderse como un acompañante del peregrino. El peregrino tiene el derecho de considerar la iglesia como un albergue puntual y provisional para su peregrinaje y búsqueda religiosa. Su camino marcado de movilidad y autonomía le hace frecuentar la iglesia de vez en cuanto, en la medida que lo considera necesario para su caminar. Pero cada vez que viene encuentra un espacio de acogida en una iglesia que le compaña y le consuela en su caminar. Pero el albergue no  es para el peregrino su fin último, sino una estación en su búsqueda y camino, que son los elementos decisivos para él. El albergue lo sabe y no intenta atosigar al peregrino, sino le respeta en su autonomía y comprende la necesidad de su peregrinaje. La constelación de la comunidad sería la de algunos comprometidos – que en el fondo son también peregrinos - que sirven a un público de peregrinos en movimiento y pasajero. Pero esta constelación ampara también una esperanza. Puede ser el punto de partida para un futuro compromiso. Algún día el peregrino se cansará de peregrinar, su búsqueda habrá avanzado y entrado en otro estadio. Ahora necesita un lugar donde quedarse y asentarse. Entonces, seguro que serán las experiencias de acogida y libertad en sus tiempos de peregrinaje los que determinan el albergue de residencia para el peregrino.

4.2. La iglesia-albergue debe tomar en serio al peregrino. La actitud apologética para defender la verdad, de la que la iglesia se consideraba dueña, el dualismo Iglesia-mundo establecido y el afán misionero a menudo han impedido que se tome en serio las formas religiosas y las búsquedas por la verdad surgidas y realizadas más allá de las fronteras de la iglesia oficial. El gran descubrimiento de nuestra era es que hay formas de religiosidad fuera de la comunidad cristiana, dentro del mundo secular. Si la Iglesia quiere ser albergue para el peregrino debe tomar en serio y no criticar su búsqueda religiosa y las expresiones de la misma. Son actos de búsqueda de alta autenticidad y sensibilidad. Aunque a veces puede haber una crítica teológicamente justificada de algunos caminos, no obstante a la mayoría de las búsquedas es inherente un sincero deseo de salvación y sanación. Hay que enfatizar la dignidad teológica de la búsqueda religiosa.
A la vez, la comunidad cristiana debe recorrer un proceso de aprendizaje para entrenar su capacidad de observación de las expresiones religiosas seculares y sus posibles relaciones con la simbología cristiana. La apertura de la iglesia se refleja en un aprendizaje y convivencia interconfesional, interreligioso, intercultural, etc.

4.3. Finalmente, la iglesia-albergue debe ser capaz de pluralidad. En lugar de reaccionar frente a los cambios con una actitud de trinchera y cimentación de la propia tradición es necesario un talante de aceptar las situaciones cambiantes y reaccionar positivamente frente a ellas. Las expresiones e influencias religiosas con las que los peregrinos se empapan son plurales y variadas, contradictorias y heterogéneas. La iglesia no juzga ni condena ninguna de estas expresiones, sino entiende la necesidad de procesos transitorios de los sujetos religiosos que atraviesan los más raros estadios en sus respectivas búsquedas.
Sin embargo, la pluralidad religiosa no tiene porque quedarse difusa e indiferente. Frente al peligro de una permanencia en la confusión religiosa, también viene el momento de indicar que no “da igual” lo que uno piensa y cree. Las diferentes creencias también conducen a diferentes actitudes y éticas. Esperando el kairos de la  gracia hay que ser comadrona de los necesarios procesos de aclaración del caos. Aunque siempre vale:
                            “El ser humana no sólo está con Dios cuando lo ha encontrado.” (8)

5. Conclusión

Mi propuesta es pues, responder al modelo del peregrino con adoptar para él y su peregrinaje la función de un albergue. Si de verdad es así que la figura del peregrino refleja la actual situación existencial del ser humano (modelos siempre simplifican la realidad), y si podemos seguir a Paul Tillich en su método de correlación, entonces el ser iglesia-albergue podría ser una posibilidad de misión urbana.
Efectivamente, el cambio de modelo, del practicante al peregrino, implica la sensación de pérdida, decadencia y declive. Pero también abre el horizonte de un nuevo comienzo y partida hacia el futuro. A mi modo de ver, el declive ya se ve desde hace años en nuestras comunidades evangélicas. De alguna forma deberíamos nosotros mismos hacernos peregrinos, emigrando de un modelo antiguado, para poder ser albergue para otros. Dios querrá que tengamos el coraje para ello.


Notas:

1.  Para citar un ejemplo: el teólogo Eugen Biser ha hablado de una triple esencia del evangelio: los social, lo místico y lo terapéutico. Véase para ello su libro Mensch und Spiritualität, Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 2008.

2.  Ulrich Barth destaca, remitiéndose a Paul Tillich, este aspecto como horizonte del actual quehacer teológico. Según él, el contemporáneo se pregunta ante todo ¿cómo puedo encontrar sentido en un mundo que carece de ello? Véase en Religion in der Moderne, Tübingen: Mohr Siebeck, 2003, 89.

3.  Paul Tillich, Systematische Theologie I, 7ª edic. Frankfurt am Main: Evangelisches Verlagswerk, 1983; 74. (Citado como: Tillich, ST I)

 
4.  Tillich ST I, 76. De modo similar ya lo dijo San Agustín en sus Confesiones.

5.  Destacamos aquí que Tillich menciona a Calvino y su planteamiento de entrada a su Institución, indicando la necesidad de la relación entre conocimiento de Dios y el conocimiento de sí mismo. Institución I,1.

6.  Danièle Hervieu-Léger (2004), Pilger un Konvertiten. Religion in Bewegung. Würzburg. Aquí me remito a la obra de Reinhold Boschki (2008), Einführung in die Religionspädagogik, pp. 51ss., y su presentación de la teología de la socióloga francesa.


7.   Para los siguientes puntos me he inspirado en las consecuencias que menciona Boschki (2008), 59.



8.   Boschki (2008), 59.


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jueves, 22 de septiembre de 2011

Caminando

Caminamos para buscar en algún lugar la necesaria armonía que nos permita estar centrados; muchos caminan para sobresalir en su estatus, otros buscando el triunfo que les permita ser nombrados, fotografiados en primeras planas, incluso crean sus propios medios para mostrar que lo han conseguido.Los expertos en senderismo recomiendan caminar con buen calzado, y nadie recomienda caminar en “chanclas”, no obstante hay quienes prefieren elegir su propio calzado. ¿Con qué calzado caminaría Jesús?, no lo sé, posiblemente esto de las chanclas sea tan solo una alusión a caminar sin demasiada protección, pensando más en la meta que en el recorrido, incluso más en los demás que en uno mismo.
Es fácil pensar que hay prisa en ponerse en marcha, salir aunque sea en chanclas, el otro está ahí esperando recibir una palabra amable o un cordial saludo, quizás una ayuda urgente para dar de comer a su familia, si esto es así en cualquier sociedad humana, ¿dónde encontrar la armonía?. Es posible que ese camino vaya en dirección al ser interior, al despojarse de todos los nubarrones que a menudo envuelven nuestra mente,esa tormenta que a muchos atormenta y les lleva a la desesperación o hacia la droga para evadirse y que tantas vidas ha destrozado
Saber lo que hay que realizar en cada momento no es fácil, desde el joven estudiante hasta el responsable de una familia. Estar centrados es necesario para elegir la mejor solución en cada caso, solamente los que creen que lo saben todo, se equivocan, es en la humildad, en la reflexión, en buscar el consejo de quien ya experimentó algo similar, puede ayudarnos; es necesario saber escuchar, calzarnos las chanclas de la humildad y aceptar que aún tendremos que caminar un poco más tratando de imitar a quien supo dar su vida para introducirnos en una vida digna.


EKO. Caminante





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Belleza, cristología y ecumenismo

Francisco Henares. Prof. de Teología
Una teología estética no es algo absolutamente nuevo. Ha existido desde los Padres de la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo, y ha ido saliendo y reguardándose como un Guadiana, pero siempre ha estado ahí. En los últimos 50-60 años, ciertamente, con una fuerza más definitiva. Habrá que recordar que vivimos tiempos ya postmodernos, y la mejor cultura ya no pone los ojos en el cientismo como si fuera lo único que existe de la realidad. ¡Para real la belleza! Quizás, culturalmente, sean tiempos propicios para esta visión.

Hablamos de belleza, en efecto, ¿pero de cuál belleza en teología? Hay que contestar: de la que exhala del Señor Jesús, Dios, nacido de mujer, Hijo del Padre, conducido por el Espíritu Santo. Hablamos del gran Acontecimiento de Liberación que es la Encarnación, puesto que ese Jesús vino, vivió salvando, sanando a los necesitados, y murió liberándonos de lo más humillante, la muerte (y muerte de cruz). A este Jesús el Padre lo exaltó a la Gloria y vive por los siglos de los siglos. He ahí el kerygma apostólico. He ahí, también, el resumen de la teología estética. En este Plan de Historía Salvífica estamos injertados los cristianos. A nosotros nos toca continuar tanta belleza, como Cuerpo de Cristo que somos. La Iglesia de Iglesias es la esposa del Cantar de Cantares y del profeta Oseas. Aquella debe ser una enamorada, y lo es, del esposo. Lo reconocería –dice- entre diez mil que le presentaran. Eso exige reconocerlo en cuerpo y alma, efectivamente. ¡Belleza suma la mística esponsal! Que se lo pregunten al carmelita San Juan de la Cruz.





¿Le es subyugante al mundo ecuménico, en sus creencias más firmes, hablar de belleza? Yo creo que no sólo subyugante, sino necesario. Más aún: yo creo que urge desarrollarlo como un locus theologicus hoy para reflotarlo, para sentir el atractivo de Cristo, que es el Deseado, levantado, como bandera, ante las naciones, según se expresan los profetas (Isaías, por ejemplo).
Hablamos, pues, del Plan de Dios en la Historia. ¿Dónde encontrarlo? Los salmos nos repiten lo de buscar el rostro de Dios, como gran súplica. El rostro de Dios es la Historia de Liberación, y ésta nos la enseña la Palabra de Dios a través del Antiguo y Nuevo Testamento, además de lo mucho que queda esparcido en otras religiones y en otros acontecimientos más o menos escondidos, o publicitados, según los ojos de quien los mire.
Pero ahora dentro de esa Historia de la Belleza (con mayúscula) centrémonos en los sentimientos de Jesús, es decir, en lo que cuentan de él los evangelios, y en cómo lo vieron las Cartas de Pablo y de Juan. Repasar estos trancos de la Palabra, me recuerda también al salmista cuando dice: “Abres tú la mano y nos sacias de favores” (Ps. 144). La Palabra como alimento, he ahí otra de las constantes en los profetas: abre, tú la boca, Jeremías, y come, rumia la Palabra. O Is. 55, 1-3: “Venid, comprad trigo, comer sin pagar vino y leche de balde”. O los evangelios que narran cómo multiplica el Señor Jesús los panes y los peces y come una multitud (Mt. 14, 13-21). Texto inseparable de Mt. 4, 4: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabras que sale de la boca de Dios”. Las gentes no iban a ver a Jesús sólo para comer, sino para escuchar al gran profeta. Es decir, para oír cosas que engrandecían la belleza de ser personas. Ahí mismo, en los panes y peces, aparecen varios aspectos: a) Gente que sigue y persigue a Jesús por su atractivo; b) Compasión de Jesús, que es fruto del amor, hacia quienes tienen necesidad; c) Simbolismo del banquete, cuyo solaje demuestra que ha pasado por la eucaristía en comunidades que ya la celebran, y al narrarlo se notan esos trazos.
En punto a sentimientos de Jesús, no hay quizás texto más incisivo que el que se halla en Filp. 2, 5: “Tened en vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. En una comunidad como la de Filipos, con un ambiente duro en el que se vive, y donde cuesta seguir la Buena Noticia, Pablo pide a los creyentes que vivan unidos, que no haya discordias, que sientan la misma cosa todos. He ahí la asimilación: hay que parecerse a Cristo, hay que vivir como él, en unión con Padre, alentado por el Espíritu Santo. Pero está dicho, dentro de un contexto único, a saber, el del himno cristológico que sigue: Cristo Jesús, siendo Dios, no retuvo tal como un privilegio, sino que se vació de sí mismo asumiendo la condición de siervo, y se hizo igual a los hombres, reconocido como un hombre, y se humilló y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Historia de Salvación ejemplar, bellísima. El hombre sube a las alturas, el Dios se abaja. ¿Qué más belleza se puede pedir para la humanidad? Esta es nuestra fe. Esta belleza une, no separa. El amor junta; las separaciones, resquebrajan. El pueblo ecuménico que camina en su peregrinación por el desierto tiene ya una guía y brújula. Puede ir cantando por las trochas y veredas el himno cristológico. Impresionante orfeón. He ahí el Pueblo de Dios que camina según el Hijo, con la fuerza del Espíritu.
Los sentimientos de Jesús dan para mucho. Por ejemplo, ese de que se abajó, y se hizo pobre (un Dios que se abaja siempre resulta pobrísimo). Es obligatorio, a la par, meditar 2Cor. 8, 9: “Conocéis, en efecto, la gracia del Señor nuestro Jesucristo: de rico que era se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os hagáis ricos por medio de la pobreza”. El aspecto soteriológico que ahí se ofrece, además de otros más evidentes, no puede ocultarse, desde la belleza. Salva la pobreza que se parece a Jesús; salva rebajarse en riqueza con el fin de hacerse rico de otros bienes más duraderos. Pienso, por tanto, en el sentimiento del dolor de Cristo ante el joven rico: le debía caer bien, pero cuando empezó a empujarlo a valores más altos, se fue deshaciendo como un flan el muchacho. Jamás desprecio, ni reproche personal de parte de Jesús. Solo lástima. Y es que “tenía muchos bienes”, apunta el evangelista. La belleza de la pobreza ni se compra ni se vende. Si la belleza se pudiese comprar en una boutique (es lo que se hace) o en la sección de complementos de las tiendas de grandes marcas, sería una belleza fláccida, expuesta a los cambios de moda. El ecumenismo debe enseñar cuál es la línea de belleza que se lleva, porque es movido por la Palabra, no por el papel couché. Quiero acercarme a otro sentimiento del Señor Jesús: “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”. Otra vez, el consejo no es sólo ejemplar para solo lo personal, sino con miras soteriológicas, a juzgar por lo que añade: “encontraréis descanso para vuestra vida. Mi yugo es suave, y mi peso ligero” (Mt. 11, 28-30). Va en la línea antedicha: lo que sirve y salva nos es vivir ansiosos y sin descanso. Ni sentirse prepotente, superior, ni mirar por encima del hombro a otros, sino guardar mansedumbre como se guarda agua potable para el camino. Es curioso que los sentimientos que más se exaltan hoy en publicidad (potencia económica, potencia de apariencia, potencia militar, potencia de cargos) ponen a la gente con ojos como bolillos. Y, sin embargo, a quienes tal ostentan es a quienes más critican las gentes. Envidia, dicen los poseedores (y es verdad); sabiduría de Dios, dicen los desposeídos (y también es verdad, porque eso es un mundo al revés). Digámoslo en cristiano: eso es un contradiós. Dios ya decidió, desde la Encarnación, cómo es la Trinidad Santa: una, con distinción de personas, sí, en pero en unidad de sentimientos. Decidió cuál es su rostro. El de Mt. 25, 40: lo que habéis hecho a uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis.
Visto que cambiar un mundo es una utopía posible, pero utopía al fin con pies y frenos, el sentimiento de Jesús imparable es de amor filial al Padre. A éste se dirige a cada paso. Por tanto, nos queda la palabra, sí, pero hecha plegaria, algo también ecuménico hasta los tuétanos, porque cuando no sabíamos casi ni orar, y tuvimos que preguntar cómo se hacía, vino el Hijo del hombre y nos lo dijo suavemente, como en susurro: cuando oréis, decid Padre Nuestro. La plegaria comunitaria, donde jamás se habla en singular, porque todo es de todos: danos, perdónanos, venga a nosotros tu reino
Así se puede ir por el mundo, y hasta darle la vuelta en 80 días. O en menos: a Galilea en chanclas.

Francisco Henares. Prof. de Teología
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viernes, 16 de septiembre de 2011

Entre el literalismo y el liberalismo. El “camino estrecho” de la fidelidad creativa

1. INTRODUCCIÓN: Siempre en la Historia de la Iglesia, pero tal vez ahora más que nunca, ha existido tensión entre la conservación del depósito recibido (doctrinas, organización, criterios morales…) y la adaptación de la Iglesia a las realidades del mundo que le es, o le era, contemporáneo.

El propósito de este escrito no es otro que el subrayar la necesidad de un acercamiento de ambas posiciones, no por querer buscar el término medio que –supuestamente- contente a todos, sino por mi convencimiento personal de que ésta sería, en base a una razonable exégesis bíblica, la postura más correcta.



2. ¿ES INTERPRETABLE LA BIBLIA?

Hay bastantes creyentes que conciben el mensaje bíblico tal vez de un modo excesivamente monolítico. No son capaces de ver, o no quieren ver, que a lo largo de la Historia de la Revelación, ha habido continuas adaptaciones del depósito de la Fe, adaptaciones que sin romper las líneas básicas de la Revelación Divina, ciertamente introducían novedades, a veces muy  importantes (1).



¿Concluiremos que, por esto mismo, cualquier generación cristiana puede llevar a cabo las adaptaciones que crea necesarias para una mejor recepción del mensaje cristiano?

Para contestar esta importante pregunta, habremos de intentar clarificar cuáles son los criterios que permiten realizar una adaptación del depósito sagrado de la Fe y qué tipo de autoridad es la que está facultada para llevarla a cabo.


3. ¿QUIÉN PUEDE ADAPTAR E INTERPRETAR EL TEXTO BÍBLICO?

El criterio que prevalece en las Sagradas Escrituras en cuanto a las posibles y necesarias adaptaciones de la Revelación y del Pacto Divino, es el de que se trata de una obvia competencia divina. Sólo Dios puede obligarnos a cumplir un determinado mandato, o por el contrario dispensarnos de su cumplimiento. Tengamos también en cuenta que, en la Revelación Bíblica, Dios actúa usualmente por medio de sus mensajeros (los ángeles) o de sus siervos (los profetas). De ahí que las principales adaptaciones hayan sido mediadas por unos u otros (Expulsión del Paraíso, Pactos con Abraham, Moisés, María...etc.)

Particular importancia reviste para nosotros la representación divina ostentada por Jesús de Nazareth, quien llega a ser mediador de un Nuevo Pacto (es el tema de la Epístola a los Hebreos) el cual aún siendo completamente fiel a la esencia de los anteriores, no deja de comportar aspectos enteramente nuevos (2).

En los tiempos de la Cristiandad, dos criterios han prevalecido en cuanto a la autoridad en la Iglesia y la posibilidad de llevar a cabo nuevas adaptaciones. De un lado, la postura conservadora, representada especialmente por las iglesias protestantes o evangélicas, que siempre han creído encontrar en la fidelidad literal al contenido de las Sagradas Escrituras el criterio a seguir y la postura católico-romana, que ha realizado una lectura algo más abierta de la tradición bíblica, en tanto en cuanto al dar primacía a la autoridad apostólica, abría la posibilidad de que los sucesores de los apóstoles (los Obispos y el Papa) pudieran llevar a cabo adaptaciones significativas del depósito recibido.

En el caso de las Iglesias Ortodoxas, nos parece que ha predominado una clara voluntad de estricta fidelidad a las tradiciones de la época patrística y un escaso deseo de innovación a partir de esta época (3).


4) EL CAMINO ESTRECHO DE LA “FIDELIDAD CREATIVA” EN LA COMUNION ANGLICANA

La autoridad doctrinal, moral y pastoral, se ejerce en la Comunidad Anglicana, en base al triple ejercicio del análisis bíblico, tradicional y racional, de cualquier problema.

Desde el punto de vista anglicano, o episcopaliano, no existe una sola fuente de autoridad, sino las tres que hemos citado, siendo la Biblia quien -en último extremo- puede pretender aportar la última palabra (4).

El análisis de dos procesos recientes: la aceptación mayoritaria del sacerdocio femenino y, el igualmente mayoritario rechazo de la bendición de las uniones homosexuales y de la ordenación de ministros abiertamente homosexuales en su estilo de vida, nos puede permitir comprender cómo funcionan en la práctica estas tres fuentes de autoridad.

En el caso del sacerdocio femenino, el análisis bíblico aportó datos que, sin ser concluyentemente favorables, podían fundamentarlo, tales como:

- el Verbo se hizo carne (San Juan 1, 14): el Verbo tomó la naturaleza humana, común tanto al varón como a la mujer, no se hizo masculino en contraposición, o con exclusión de lo femenino. Por lo tanto, no está bíblicamente fundada -se estimó- la exclusión de la representación de Cristo, a través del sacerdocio ministerial de las mujeres.

- Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Ga 3, 28) : en la nueva humanidad, la de los redimidos por Cristo, no existen diferencias de valor entre diversos tipos, grupos o categorías humanas, por lo tanto no parece estar fundada biblicamente la exclusión de las mujeres del ejercicio de cualquier cargo o responsabilidad eclesial.

Ciertamente que existen otros textos, especialmente paulinos, en los que se enfatiza la sumisión, la obediencia, el silencio y la escucha, como aquellas actitudes que serían más valiosas en una mujer creyente...., pero puestos al lado de los anteriores, los teólogos anglicanos los consideraron -en general-como de menor valor doctrinal y grandemente relacionados con una determinada situación histórica, por lo demás sujeta a cambio.

Por su parte, los otros dos criterios de evaluación doctrinal-moral, ofrecían resultados claramente contrapuestos:

- Desde el punto de vista de la tradición eclesiástica, no existía apoyatura alguna a la idea de un sacerdocio femenino, fuera de rarezas cuya influencia histórica ha sido prácticamente nula.

- Desde el punto de vista racional no existían motivos para desestimar el sacerdocio femenino, por cuanto las capacidades intelectuales y éticas de las mujeres no pueden ser juzgadas inferiores a las de los varones y, además, en la Comunión Anglicana, al no existir el celibato obligatorio del clero, no se impone a las mujeres que optan por el sacerdocio, una dolorosa renuncia a la maternidad.

Por el contrario, en el caso de las pretensiones de los colectivos homosexuales a la bendición de sus uniones, otorgándoles un estatus similar al matrimonio tradicional entre hombre y mujer, así como también en cuanto a la posibilidad de que homosexuales activos (hombres y mujeres) pudieran ser ministros ordenados de la Iglesia, la Comunión Anglicana ha contestado con una clara negativa (5) aunque reconociendo la posibilidad de reexaminar y reevaluar el tema en el futuro.

Para finalizar queremos remarcar el hecho de que la adopción, por parte de la Iglesia Episcopal de los EE.UU y de la Iglesia Episcopal del Canadá de determinados acuerdos que vulneran la posición mayoritaria en la Comunión Anglicana, dio lugar a una grave crisis, cuya superación parece hoy posible a través de la formalización del llamado “Pacto Anglicano” (recientemente suscrito por la IERE) que establece un procedimiento consensuado para la toma de decisiones y, entre ellas, las que suponen una “actualización” de las doctrinas o prácticas de las iglesias anglicanas.



Josep Lluis Mira i Conca

Lector Seglar en la Iglesia de San Pablo (IERE) Alicante

 NOTAS         

(1)  Así, por ejemplo, en Génesis 1 se da como alimento a nuestros primeros padres toda planta que da semilla...,así como todo árbol en que hay fruto (v.29) mientras que en el capítulo 9, después del Diluvio Universal, Dios da a Noé y a sus hijos la posibilidad de comer todo lo que se mueva y viva, lo mismo que las legumbres y las plantas verdes, aunque imponiendo la prohibición de comer la carne con su vida, que es la sangre (vv.3 y 4).
En Levítico 11 y Deuteronomio 14, Jehovah (Yahvéh) clasifica a los diversos animales en “puros”  e “inmundos”, y en ambas ocasiones reitera la prohibición de no consumir la carne con su sangre (Dt.12,23-24) (Lev.17,10-14).
En un libro de la Apócrifa (Macabeos) la imposición del consumo de animales impuros, es una de las causas de un levantamiento general de los israelitas contra los opresores helenos. Sin embargo, apenas 200 años más tarde, Jesús de Nazareth predicaba el “amor a los enemigos” y, poco más tarde, los apóstoles, después del Concilio de Jerusalén, tan sólo imponían a sus seguidores gentiles la obligación de abstenerse de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (Hch.15, vv.20 y 29).

(2)  Es tal vez importante señalar aquí el nuevo tipo de relación con las mujeres que aporta Jesús (episodios de la Samaritana, la Mujer Pecadora, etc) el nuevo tipo de adoración (en espíritu y en verdad, sin una rígida sujeción a las jerarquías religiosas) el nuevo culto (el sacrificio eucarístico en lugar de los sacrificios de animales, etc.)

(3)  Ante la importante pregunta de si ha existido en alguna época de la historia eclesiástica algún criterio verdaderamente católico, en el sentido de universal, para proceder a dichas adaptaciones, diremos que sí, y que este criterio fue siempre el de la Convocatoria de un Concilio Ecuménico. Sin embargo, las sucesivas rupturas de la Iglesia Una, han provocado que cada una de las grandes ramas de la Cristiandad reconozca como válidos un número distinto de ellos en cada caso. A destacar la deseable convocatoria de un Concilio Ecuménico que pudiera abarcar a las diversas ramas de la Cristiandad. A la espera de este magno acontecimiento, que posibilitaría la convergencia en unos criterios de autoridad comunes a todos, sólo nos es permitido exponer cómo se intentan solucionar los problemas de “adaptación” (exegética, pastoral, etc) en una determinada confesión, en ese caso, la Comunión Anglicana.

(4) A destacar la problemática, hoy día común a prácticamente todas las iglesias, de las “nuevas versiones” bíblicas, empeñadas en conseguir una mayor comprensibilidad del texto bíblico, pero con un alto riesgo de distorsionar el mensaje, al proyectar a través del lenguaje, unas determinadas mentalidades y “valores” , propios de la sociedad actual, pero que en muchas ocasiones son ajenos al texto bíblico.

(5)  Esta negativa se fundamentaría en los siguientes criterios:

- El testimonio negativo de la Escritura que no reconoce los actos homosexuales como una opción moral lícita (no hay cita alguna que pueda aducirse en este sentido, todas las existentes desestiman la homosexualidad, aunque no apoyen la homofobia, existiendo conmovedores relatos de amistad entre personas del mismo sexo).

- El testimonio negativo de la Tradición: nunca en la Historia de la Iglesia se ha reconocido la homosexualidad como una opción legítima para los cristianos.

- El testimonio negativo de la Razón: resulta difícil, por no decir imposible, desde una sana racionalidad, otorgar el mismo valor social a las relaciones homosexuales que a las heterosexuales, al ser las segundas el medio natural de transmisión de la vida y, por ello, el fundamento básico para la existencia y perpetuación de la sociedad; se entiende por ello que la figura del ministro o la ministra de culto, no debería incorporar el perfil homosexual activo, por el significado ejemplarizante de su persona y su forma de vida.

 Todo esto sea dicho sin detrimento de que las personas homosexuales puedan y deban ser acogidas en las comunidades cristianas, recibiendo la necesaria atención pastoral, adaptada siempre a sus características y necesidades personales.


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