miércoles, 29 de junio de 2011

A propósito de las chanclas

¿Hay algo tan sencillo como unas chanclas? Si, es cierto que también pueden ser algo muy sofisticado, hasta convertirse en un verdadero lujo; los seres humanos tenemos la habilidad de poder convertir cualquier cosa, por muy insignificante que sea, en una joya, o mejor, en algo de mucho valor económico. Se me viene a la memoria aquello de las "latas de mierda humana" (si os resulta incómodo podeis leer excremento) de Piero Manzoni, allá por los años 60 del ajetreado siglo pasado, artista él. "Mierda de artista" tituló su obra,  que consistía, al parecer, en haber enlatado... pues eso, mierda de verdad, de artistas, en 90 latas de 90 gramos cada una con un valor que iba en función de la cotización del oro. Lo hizo, decía él, para criticar la valoración de las obras de arte en función del aprecio mercantil de la firma del artista. Bueno... ¿a que venía todo esto? ¡Ah, si! a lo de la sencillez de unas chanclas. A mi, personalmente, las chanclas me parecen algo muy sencillo, algo cuyo objetivo, simplemente, debe ser proteger el pie, o los pies, especialmente cuando uno camina por terreno abrupto o pedregoso, irregular; como el corazón humano; a veces ni son necesarias, pues el camino es suave, incluso placentero; entonces hasta se puede prescindir de ellas; como antiguamente, que solo se las ponía uno cuando el terreno estaba complicado. 
Si no lo has intuido ya (por lo del título y subtítulo lo digo) éste es un blog, mejor dicho, quiere ser un blog que trate del caminar en la fe cristiana, en la teología, en la Iglesia; de lo que todo esto era, es y será, desde tu punto de vista, claro está; de lo ecuménico e interreligioso; pero sin pompas ni parafernalias; aquí solo queremos caminar al encuentro de los unos con los otros, con el de Nazaret resucitado, en chanclas, es decir, con sencillez y desnudez, si es posible; desde el respeto mutuo; no hacen falta los Manolo, ni los Weitzman, ni las Nike; no, solo unas simples chanclas que incluso podrás quitarte si lo crees necesario. De manera que eres bienvenido o bienvenida al Camino.
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