El propósito de este escrito no es otro que el subrayar la necesidad de un acercamiento de ambas posiciones, no por querer buscar el término medio que –supuestamente- contente a todos, sino por mi convencimiento personal de que ésta sería, en base a una razonable exégesis bíblica, la postura más correcta.
¿Concluiremos que, por esto mismo, cualquier generación cristiana puede llevar a cabo las adaptaciones que crea necesarias para una mejor recepción del mensaje cristiano?
Para contestar esta importante pregunta, habremos de intentar clarificar cuáles son los criterios que permiten realizar una adaptación del depósito sagrado de
la Fe y qué tipo de autoridad es la que está facultada para llevarla a cabo.
3. ¿QUIÉN PUEDE ADAPTAR E INTERPRETAR EL TEXTO BÍBLICO?
El criterio que prevalece en las Sagradas Escrituras en cuanto a las posibles y necesarias adaptaciones de
la Revelación y del Pacto Divino, es el de que se trata de una obvia competencia divina. Sólo Dios puede obligarnos a cumplir un determinado mandato, o por el contrario dispensarnos de su cumplimiento. Tengamos también en cuenta que, en
la Revelación Bíblica, Dios actúa usualmente por medio de sus mensajeros (los ángeles) o de sus siervos (los profetas). De ahí que las principales adaptaciones hayan sido mediadas por unos u otros (Expulsión del Paraíso, Pactos con Abraham, Moisés, María...etc.)
Particular importancia reviste para nosotros la representación divina ostentada por Jesús de Nazareth, quien llega a ser mediador de un Nuevo Pacto (es el tema de
la Epístola a los Hebreos) el cual aún siendo completamente fiel a la esencia de los anteriores, no deja de comportar aspectos enteramente nuevos (2).
En los tiempos de
la Cristiandad, dos criterios han prevalecido en cuanto a la autoridad en
la Iglesia y la posibilidad de llevar a cabo nuevas adaptaciones. De un lado, la postura conservadora, representada especialmente por las iglesias protestantes o evangélicas, que siempre han creído encontrar en la fidelidad literal al contenido de las Sagradas Escrituras el criterio a seguir y la postura católico-romana, que ha realizado una lectura algo más abierta de la tradición bíblica, en tanto en cuanto al dar primacía a la autoridad apostólica, abría la posibilidad de que los sucesores de los apóstoles (los Obispos y el Papa) pudieran llevar a cabo adaptaciones significativas del depósito recibido.
En el caso de las Iglesias Ortodoxas, nos parece que ha predominado una clara voluntad de estricta fidelidad a las tradiciones de la época patrística y un escaso deseo de innovación a partir de esta época (3).
4) EL CAMINO ESTRECHO DE LA “FIDELIDAD CREATIVA” EN
LA COMUNION ANGLICANA
La autoridad doctrinal, moral y pastoral, se ejerce en
la Comunidad Anglicana, en base al triple ejercicio del análisis bíblico, tradicional y racional, de cualquier problema.
Desde el punto de vista anglicano, o episcopaliano, no existe una sola fuente de autoridad, sino las tres que hemos citado, siendo
la Biblia quien -en último extremo- puede pretender aportar la última palabra (4).
El análisis de dos procesos recientes: la aceptación mayoritaria del sacerdocio femenino y, el igualmente mayoritario rechazo de la bendición de las uniones homosexuales y de la ordenación de ministros abiertamente homosexuales en su estilo de vida, nos puede permitir comprender cómo funcionan en la práctica estas tres fuentes de autoridad.
En el caso del sacerdocio femenino, el análisis bíblico aportó datos que, sin ser concluyentemente favorables, podían fundamentarlo, tales como:
- el Verbo se hizo carne (San Juan 1, 14): el Verbo tomó la naturaleza humana, común tanto al varón como a la mujer, no se hizo masculino en contraposición, o con exclusión de lo femenino. Por lo tanto, no está bíblicamente fundada -se estimó- la exclusión de la representación de Cristo, a través del sacerdocio ministerial de las mujeres.
- Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Ga 3, 28) : en la nueva humanidad, la de los redimidos por Cristo, no existen diferencias de valor entre diversos tipos, grupos o categorías humanas, por lo tanto no parece estar fundada biblicamente la exclusión de las mujeres del ejercicio de cualquier cargo o responsabilidad eclesial.
Ciertamente que existen otros textos, especialmente paulinos, en los que se enfatiza la sumisión, la obediencia, el silencio y la escucha, como aquellas actitudes que serían más valiosas en una mujer creyente...., pero puestos al lado de los anteriores, los teólogos anglicanos los consideraron -en general-como de menor valor doctrinal y grandemente relacionados con una determinada situación histórica, por lo demás sujeta a cambio.
Por su parte, los otros dos criterios de evaluación doctrinal-moral, ofrecían resultados claramente contrapuestos:
- Desde el punto de vista de la tradición eclesiástica, no existía apoyatura alguna a la idea de un sacerdocio femenino, fuera de rarezas cuya influencia histórica ha sido prácticamente nula.
- Desde el punto de vista racional no existían motivos para desestimar el sacerdocio femenino, por cuanto las capacidades intelectuales y éticas de las mujeres no pueden ser juzgadas inferiores a las de los varones y, además, en
la Comunión Anglicana, al no existir el celibato obligatorio del clero, no se impone a las mujeres que optan por el sacerdocio, una dolorosa renuncia a la maternidad.
Por el contrario, en el caso de las pretensiones de los colectivos homosexuales a la bendición de sus uniones, otorgándoles un estatus similar al matrimonio tradicional entre hombre y mujer, así como también en cuanto a la posibilidad de que homosexuales activos (hombres y mujeres) pudieran ser ministros ordenados de
la Iglesia,
la Comunión Anglicana ha contestado con una clara negativa (5) aunque reconociendo la posibilidad de reexaminar y reevaluar el tema en el futuro.
Para finalizar queremos remarcar el hecho de que la adopción, por parte de
la Iglesia Episcopal de los EE.UU y de
la Iglesia Episcopal del Canadá de determinados acuerdos que vulneran la posición mayoritaria en
la Comunión Anglicana, dio lugar a una grave crisis, cuya superación parece hoy posible a través de la formalización del llamado “Pacto Anglicano” (recientemente suscrito por
la IERE) que establece un procedimiento consensuado para la toma de decisiones y, entre ellas, las que suponen una “actualización” de las doctrinas o prácticas de las iglesias anglicanas.
Josep Lluis Mira i Conca
Lector Seglar en
la Iglesia de San Pablo (IERE) Alicante
NOTAS
(1) Así, por ejemplo, en Génesis 1 se da como alimento a nuestros primeros padres toda planta que da semilla...,así como todo árbol en que hay fruto (v.29) mientras que en el capítulo 9, después del Diluvio Universal, Dios da a Noé y a sus hijos la posibilidad de comer todo lo que se mueva y viva, lo mismo que las legumbres y las plantas verdes, aunque imponiendo la prohibición de comer la carne con su vida, que es la sangre (vv.3 y 4).
En Levítico 11 y Deuteronomio 14, Jehovah (Yahvéh) clasifica a los diversos animales en “puros” e “inmundos”, y en ambas ocasiones reitera la prohibición de no consumir la carne con su sangre (Dt.12,23-24) (Lev.17,10-14).
En un libro de la Apócrifa (Macabeos) la imposición del consumo de animales impuros, es una de las causas de un levantamiento general de los israelitas contra los opresores helenos. Sin embargo, apenas 200 años más tarde, Jesús de Nazareth predicaba el “amor a los enemigos” y, poco más tarde, los apóstoles, después del Concilio de Jerusalén, tan sólo imponían a sus seguidores gentiles la obligación de abstenerse de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (Hch.15, vv.20 y 29).
(2) Es tal vez importante señalar aquí el nuevo tipo de relación con las mujeres que aporta Jesús (episodios de la Samaritana, la Mujer Pecadora, etc) el nuevo tipo de adoración (en espíritu y en verdad, sin una rígida sujeción a las jerarquías religiosas) el nuevo culto (el sacrificio eucarístico en lugar de los sacrificios de animales, etc.)
(3) Ante la importante pregunta de si ha existido en alguna época de la historia eclesiástica algún criterio verdaderamente católico, en el sentido de universal, para proceder a dichas adaptaciones, diremos que sí, y que este criterio fue siempre el de la Convocatoria de un Concilio Ecuménico. Sin embargo, las sucesivas rupturas de la Iglesia Una, han provocado que cada una de las grandes ramas de la Cristiandad reconozca como válidos un número distinto de ellos en cada caso. A destacar la deseable convocatoria de un Concilio Ecuménico que pudiera abarcar a las diversas ramas de la Cristiandad. A la espera de este magno acontecimiento, que posibilitaría la convergencia en unos criterios de autoridad comunes a todos, sólo nos es permitido exponer cómo se intentan solucionar los problemas de “adaptación” (exegética, pastoral, etc) en una determinada confesión, en ese caso, la Comunión Anglicana.
(4) A destacar la problemática, hoy día común a prácticamente todas las iglesias, de las “nuevas versiones” bíblicas, empeñadas en conseguir una mayor comprensibilidad del texto bíblico, pero con un alto riesgo de distorsionar el mensaje, al proyectar a través del lenguaje, unas determinadas mentalidades y “valores” , propios de la sociedad actual, pero que en muchas ocasiones son ajenos al texto bíblico.
(5) Esta negativa se fundamentaría en los siguientes criterios:
- El testimonio negativo de la Escritura que no reconoce los actos homosexuales como una opción moral lícita (no hay cita alguna que pueda aducirse en este sentido, todas las existentes desestiman la homosexualidad, aunque no apoyen la homofobia, existiendo conmovedores relatos de amistad entre personas del mismo sexo).
- El testimonio negativo de la Tradición: nunca en la Historia de la Iglesia se ha reconocido la homosexualidad como una opción legítima para los cristianos.
- El testimonio negativo de la Razón: resulta difícil, por no decir imposible, desde una sana racionalidad, otorgar el mismo valor social a las relaciones homosexuales que a las heterosexuales, al ser las segundas el medio natural de transmisión de la vida y, por ello, el fundamento básico para la existencia y perpetuación de la sociedad; se entiende por ello que la figura del ministro o la ministra de culto, no debería incorporar el perfil homosexual activo, por el significado ejemplarizante de su persona y su forma de vida.
Todo esto sea dicho sin detrimento de que las personas homosexuales puedan y deban ser acogidas en las comunidades cristianas, recibiendo la necesaria atención pastoral, adaptada siempre a sus características y necesidades personales.
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