viernes, 14 de octubre de 2011

Timidez

Una amiga mia escribió un artículo en una revista masónica y hablaba de los inicios de la liberación de la mujer y del ridículo. La idea es que la ridiculización es la primera barrera que el sistema instala en sus primeras líneas de defensa contra las ideas innovadoras.
Si la ridiculización no era lo suficientemente disuasoria, entonces el innovador es combatido con medios más agresivos.
El artículo está muy bien, y si alguien tiene interés en él que me lo solicite y se lo haré llegar.
Por eso quizás las personas introvertidas tenemos poco exito en la sociedad; en los negocios, en el romance... 
-El mundo es de los decididos- me dijo en una ocasión uno de los maestros que tuve en mi periodo escolar. Y, ciertamente, el mundo está en manos de la gente que menos vergüenza tiene; de hecho, yo a esa sentencia de aquel maestro le añadiría que además, está en manos de cínicos enriquecidos y de moralidad dudosa.
Siendo así las cosas, hablar de la virtud, de la bondad en las relaciones humanas, suena tan ingenuo que mencionar la palabra amor en público y sin que esté relacionada con el sexo, suena tan ridículo que ante tanto malo real y tanto malo fingido, que lo es por adaptación social, pues el sano espíritu de rebeldía juvenil ha pasado la barrera de la adolescencia y ahora lo podemos encontrar en cuarentones, provoca el silencio consentidor. 
Y es que en un mundo en el que el cinismo es la característica principal, se hace difícil encontrar un hueco por donde filtrar la lluz, entre tanta corteza de decepción colectiva. De modo que, qué otra cosa es esperable, salvo la sensación de ridiculez.
Una idea tímida no puede prosperar y las ideas más extrovertidas, suelen siempre estar en relación con la ideología mayoritaria del grupo humano que formamos y construimos entre todos. Una idea tímida lo es por miedo, miedo al ridículo, que es al fin y al cabo, miedo a lo no aceptación; porque la no aceptación es soledad, el terrible ostracismo y la incomprensión duelen profundamente. Por eso las ideas nuevas se susurran, se deslizan pegadas a las paredes, viven en los rellanos del sistema y su sonido es percibido apenas audible, como pidiendo permiso para existir, hasta que llega un momento en el que la idea mayoritaria hace crisis, y entonces llega la oportunidad para la idea agazapada, envalentonada por el desconcierto de la idea líder. Aun así, la idea tímida que se susurra en los rincones no está libre del proceso defensivo del sistema basado en la idea oficial.

La ridiculización y la agresión

La idea tímida ha de dejar de serlo, perder el miedo al ridículo y manifestarse con la dignidad que merece toda idea. Dejar de ser idea y convertirse en propuesta extravagante pero extrovertida. Todas las ideas que se transformaron en fuerza revolucionaria, pasaron por ese proceso de ridiculización, extroversión, extravagancia y revolución. 
Lo peligroso de una idea es precisamente que su fuerza sea tan arrebatadora que elimine a todas las demás, porque las ideas extrovertidas son expansionistas y los seres humanos ansiamos el poder, siendo las ideas el instrumento perfecto de dominación.
Todo lo que consideramos verdad indiscutible fue en su momento una idea tímida que aprendió a salir sin miedo al exterior, abandonando los rellanos para ubicarse en las plazas públicas y manifestarse sin miedo a las opiniones de terceros.
Sabemos, desafortunadamente, que las ideas se expresan y desarrollan con el dolor de quienes las manifiestan. Porque en el mundo real existe el castigo real, la represión; en el mundo fácil de la teorización hablar de la pérdida del miedo es sencillo, pero en el mundo real, la exteriorización de la idea es la exposición de quien la defiende, y sabemos que, como dice la sabiduría popular, quien pone la cara se arriesga a que se la partan. Por eso las ideas instaladas perduran tanto en el tiempo, no porque la perdurabilidad sea una demostración de la verdad que hay en ellas, sino porque el esfuerzo de extroversión de una idea conlleva el dolor de manifestarla.

Vicente Rocamora




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