Mi querida Carolina:
Me lo pusiste fácil,
compañera; me diste el pie; fuiste Calíope en el sequedal del
sentimiento haciendo germinar la palabra. Te lo dije ya: Admito, como
no, que el mal y el sufrimiento son, hoy por hoy, inevitables, pero
estoy seguro, quiero estarlo, de que ello no pertenece a nuestra
naturaleza más intima, por muy natural que parezca y por mucho dolor
que generemos. Quiero creer y creo que nos hicieron buenos, porque yo
creo en un Dios bueno, así, sin más, bueno; incapaz de hacer algo
malo. No se en realidad que fue lo que contaminó tanta bondad con la
que fuimos hechos, pero fuera lo que fuese no es más poderoso que el
Amor, material que constituye nuestra urdimbre más íntima. Por eso
creo en la Esperanza y en Aquél que me la hizo respirar en
determinado momento; por eso tanteo, aun a ciegas, aun sobreviviendo,
como dijera Victor Heredia, en las condiciones de posibilidad de una
nueva creación, ya comenzada, que nos hará a todos más auténticos,
más humanos; por eso tanteo y alargo mi mano, aun en la oscuridad de
lo real, para encontrar y tocar siquiera la punta de los dedos de
Aquél que solo exhala amor y ternura. Por eso tanteo, aun
balbuceando, en aquello de “Padre nuestro”,
si, nuestro, de todos y para todos, no solo mio; el que da también
el “pan nuestro”,
de todos y para todos y no solo de unos y para unos cuantos. Creo y
quiero creer en la Vida, con mayúsculas, porque fui hecho para la
vida y no para la muerte. Creo y quiero creer en la alegría y el
entusiasmo, hacen que me aferre a la Esperanza aun en el laberinto
de la negrura. No creo ni quiero creer que la amenaza sirve para
algo; no creo ni quiero creer que el miedo, mi miedo, tu miedo,
nuestros miedos, los miedos de ellos, alegran y satisfacen al que
exhaló su Vida en nuestras gargantas. No hay deudas ni pagos con
sangre inocente, solo Vida y Gracia abundante, aunque insistentemente
despreciadas. Lo otro, el miedo y la amenaza, también solo son
tanteos, otros tanteos ignorados, quizás voluntariamente, aunque tanteos al fin, nacidos de nuestro egoísmo e
indolencia.
Recibe
un cordial abrazo
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